FENÓMENO QUE ES
SOCIAL, POLÍTICO Y SISTÉMICO.
SOLO PUEDE
SOLUCIONARSE MÁS ALLÁ DEL CAPITALISMO
Y CLASES DOMINANTES APUNTAN A LA LIBERALIZACIÓN.
Escribe
JULIO GAMBINA (*)
Fuente:
BLOG del autor
29 de noviembre 2014
(*)GAMBINA JULIO CESAR – (Argentina) Doctor en
Ciencias Sociales (UBA) Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho
de la Universidad Nacional de Rosario, Presidente de la Fundación de
Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP, e Integrante del Comité Directivo
del consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO. Miembro del Consejo
Académico de ATTAC-Argentina y dirige el Centro de Estudios Formación de la
Federación Judicial Argentina.
Hacia julio del 2008 el barril llegó a los 150 dólares y
ahora ronda los 70 dólares[1], con un pronóstico inestable, aunque a largo
plazo, la Agencia Internacional de Energía (AIE) proyecta la recuperación de
los precios y los vaivenes del liderazgo productivo entre EEUU y Medio Oriente.
En el trasfondo está la crisis energética, de EEUU en los 70´, que dispararon
los precios del petróleo y con ellos el fenómeno de la especulación financiera
y el deliberado sobre endeudamiento de
los países del sur del mundo. Junto a
esos fenómenos, se desarrolló el acrecentamiento de la militarización mundial
en la disputa por los hidrocarburos, los territorios y la dominación de las
poblaciones, especialmente desde Washington. La respuesta estadounidense a su
crisis energética (EEUU la mundializó) se resolvió comprando y ocupando,
manipulando e intentando la dominación militar, económica e ideológica sobre el
planeta, mientras buscaba respuestas a su crisis productiva de hidrocarburos,
exacerbada por un agigantado consumo energético sin límite, convalidando el
derroche y la contaminación depredadora de la naturaleza. Al mismo tiempo se
alentó la agro-energía y el 30% del maíz estadounidense, el mayor productor
mundial del rubro, tiene destino en la
producción de combustible, compitiendo
con la capacidad de alimentación y asociando crisis energética a crisis
alimentaria, y junto a ellas la crisis ambiental. Así, la producción de
hidrocarburos y de alimentos se transformó en producción y comercialización de
“comodities”, con la ganancia y la acumulación como objetivo central, corriendo
a la energía y a los alimentos de su sentido principal de satisfactor de
necesidades sociales. De un derecho a una mercancía como proceso sin fin. Ambas
crisis son partes de la crisis civilizatoria en curso, donde lo económico
financiero es solo la parte más visible de un fenómeno que es social, político
y cultural, estructural y sistémico, que solo puede solucionarse
más allá del
capitalismo y que, claro, las clases dominantes empujan en el sentido de la
liberalización. La crisis energética se hizo mundial en la presente crisis
desde el 2007-8, por lo que no sorprendió la escalada de los precios ante el
pico de producción y puesta en cuestión de la capacidad mundial por descubrir,
explotar y apropiar reservas de hidrocarburos. La búsqueda de hidrocarburos se
hizo más costosa, especialmente con los no convencionales (shale), que
multiplica el costo de producción sobre los convencionales. Estos tienen un
costo que puede oscilar en torno a los 10 o 20 dólares el barril, según informa
la AIE, mientras que aquellas pueden remitir a costos superiores a los 70 u 80
dólares, los valores actuales.
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