EL TREN DE LA TROIKA, TIENE EN LA LOCOMOTORA
A UNA
MAQUINISTA CON VOLUNTAD DE HIERRO,
ANGELA MERKEL Y LA ACOMPAÑAN EL
FMI Y EL BCE…
Escribe
LUIS MATÍAS LÓPEZ (*)
Fuente: BLOG del autor
en
“Publico.es” de España
26 de enero 2015
(*)LUIS MATÍAS LÓPEZ - Exredactor jefe y excorresponsal en
Moscú de EL PAIS de Madrid, miembro del Consejo Editorial de PUBLICO hasta la
desaparición de su edición en papel. Pretende con esta columna analizar sin
sectarismos la actualidad internacional, y en ocasiones la española. Twitter:
@LuisMatiasLopez
Sin quitar mérito al trabajado triunfo de Syriza, lo peor
para la coalición que dirige Alexis Tsipras llega ahora, cuando tenga que
gestionarlo desde la cruda realidad del poder y no desde las promesas. Los
griegos han hecho muy bien en ignorar las truculentas apelaciones al voto del
miedo llegadas desde Nueva Democracia (la derecha de
toda la vida) y desde los
padrinos de la troika que han dejado el país al borde de la ruina. Ha sido más
que lógica la rabiosa reacción ciudadana a un secuestro que, con el falso
nombre de rescate y aplicando los dogmas de la estabilidad presupuestaria y de
que las deudas hay que pagarlas, ha empobrecido hasta el límite de la
supervivencia a gran parte de la población, ha reducido drásticamente salarios
y pensiones, ha enviado al paro a uno de cada cuatro trabajadores y ha
desmantelado el Estado de bienestar. Si eso es Europa, ha
dicho en las urnas
más del 36% de los griegos que ha respaldado a Syriza, que le den a Europa. O
más bien: que se entere de que hay límites que no se pueden traspasar… y que
reflexione, que cambie de rumbo, porque a nadie le interesa que se rompa la
baraja, que Grecia salga del euro, que se fracture una UE en cuyo código
genético están, o deberían estar, conceptos hoy en crisis como integración,
solidaridad, ampliación y consenso. La clave debería ser no exigir más
sacrificios a un país exhausto y empobrecido hasta el límite de la
supervivencia. Machacar más a los griegos, privarles de toda esperanza de
recuperación, robarles su futuro no solo supondría una crueldad intolerable,
sino
sobre todo un error, la constatación de que la Unión Europea ha traicionado
su razón de existir. Asistimos al apasionante
ensayo general de un choque desigual entre un tren y una vagoneta. La vagoneta
es un pequeño país periférico con el 2% del PIB de la UE, pero no por ello
irrelevante: un laboratorio de las políticas de austeridad y del rigor
presupuestario cuyo personal se ha puesto en huelga contra el desigual convenio
colectivo. El tren, un mastodonte colosal, tiene en la locomotora a una
maquinista con voluntad de hierro, Angela Merkel y, en sus primeros vagones, al
Fondo Monetario
Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea.
Si colisionan, lo lógico sería que la vagoneta saltase por los aires, pero eso
tampoco interesa a los que dirigen y viajan en el tren. Aunque el peligro de
descarrilamiento sea pequeño, sí que podría sufrir desperfectos importantes
costosos de reparar. Mejor para todos, pues, si se logra evitar el choque. Tras
el rápido acuerdo con la derecha nacionalista de Griegos Independientes (ANEL),
que con toda probabilidad se gestó antes de las elecciones, el hecho de que a
Syriza le falten dos diputados para tener mayoría absoluta ha perdido
importancia, al menos mientras los dos socios sigan en buenos términos, lo que
no cabe dar por descontado a medio plazo, dadas sus notables diferencias
ideológicas. Dos fueron los traidores del tamayazo que regaló a Esperanza
Aguirre la presidencia de la Comunidad de Madrid. Tampoco eran esos dos votos
una cuestión baladí en Grecia. Baste recordar las tres elecciones en menos de
un año de finales de los ochenta.
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