jueves, 29 de enero de 2015

PARA SYRIZA LO MÁS DIFÍCIL ESTÁ POR LLEGAR

EL TREN DE LA TROIKA, TIENE EN LA LOCOMOTORA 
A UNA MAQUINISTA CON VOLUNTAD DE HIERRO, 
ANGELA MERKEL Y  LA ACOMPAÑAN EL FMI Y EL BCE…

Escribe 
LUIS MATÍAS LÓPEZ (*) 
Fuente: BLOG del autor 
en “Publico.es” de España 
26 de enero 2015

(*)LUIS MATÍAS LÓPEZ - Exredactor jefe y excorresponsal en Moscú de EL PAIS de Madrid, miembro del Consejo Editorial de PUBLICO hasta la desaparición de su edición en papel. Pretende con esta columna analizar sin sectarismos la actualidad internacional, y en ocasiones la española. Twitter: @LuisMatiasLopez

Sin quitar mérito al trabajado triunfo de Syriza, lo peor para la coalición que dirige Alexis Tsipras llega ahora, cuando tenga que gestionarlo desde la cruda realidad del poder y no desde las promesas. Los griegos han hecho muy bien en ignorar las truculentas apelaciones al voto del miedo llegadas desde Nueva Democracia (la derecha de
toda la vida) y desde los padrinos de la troika que han dejado el país al borde de la ruina. Ha sido más que lógica la rabiosa reacción ciudadana a un secuestro que, con el falso nombre de rescate y aplicando los dogmas de la estabilidad presupuestaria y de que las deudas hay que pagarlas, ha empobrecido hasta el límite de la supervivencia a gran parte de la población, ha reducido drásticamente salarios y pensiones, ha enviado al paro a uno de cada cuatro trabajadores y ha desmantelado el Estado de bienestar. Si eso es Europa, ha

dicho en las urnas más del 36% de los griegos que ha respaldado a Syriza, que le den a Europa. O más bien: que se entere de que hay límites que no se pueden traspasar… y que reflexione, que cambie de rumbo, porque a nadie le interesa que se rompa la baraja, que Grecia salga del euro, que se fracture una UE en cuyo código genético están, o deberían estar, conceptos hoy en crisis como integración, solidaridad, ampliación y consenso. La clave debería ser no exigir más sacrificios a un país exhausto y empobrecido hasta el límite de la supervivencia. Machacar más a los griegos, privarles de toda esperanza de recuperación, robarles su futuro no solo supondría una crueldad intolerable, sino


sobre todo un error, la constatación de que la Unión Europea ha traicionado su   razón de existir. Asistimos al apasionante ensayo general de un choque desigual entre un tren y una vagoneta. La vagoneta es un pequeño país periférico con el 2% del PIB de la UE, pero no por ello irrelevante: un laboratorio de las políticas de austeridad y del rigor presupuestario cuyo personal se ha puesto en huelga contra el desigual convenio colectivo. El tren, un mastodonte colosal, tiene en la locomotora a una maquinista con voluntad de hierro, Angela Merkel y, en sus primeros vagones, al Fondo Monetario
Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. Si colisionan, lo lógico sería que la vagoneta saltase por los aires, pero eso tampoco interesa a los que dirigen y viajan en el tren. Aunque el peligro de descarrilamiento sea pequeño, sí que podría sufrir desperfectos importantes costosos de reparar. Mejor para todos, pues, si se logra evitar el choque. Tras el rápido acuerdo con la derecha nacionalista de Griegos Independientes (ANEL), que con toda probabilidad se gestó antes de las elecciones, el hecho de que a Syriza le falten dos diputados para tener mayoría absoluta ha perdido importancia, al menos mientras los dos socios sigan en buenos términos, lo que no cabe dar por descontado a medio plazo, dadas sus notables diferencias ideológicas. Dos fueron los traidores del tamayazo que regaló a Esperanza Aguirre la presidencia de la Comunidad de Madrid. Tampoco eran esos dos votos una cuestión baladí en Grecia. Baste recordar las tres elecciones en menos de un año de finales de los ochenta.   


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