LOS SALARIOS PROMEDIO DE LA MAYOR PARTE DE LOS
TRABAJADORES
HAN CRECIDO EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS
MENOS QUE LA PRODUCTIVIDAD LABORAL
Escribe
FERNANDO
LUENGO (*)
Fuente BLOG del autor
en” Público.es” de España
25 de enero 2015
(*) FERNANDO LUENGO- Economista. Profesor de
Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid. Periodista.
Columnista en "Publico.es" de Madrid, España y de otros medios de la prensa
alternativa.
“Así es, la crisis económica ha estado provocada por la
deriva salarial de las últimas décadas. No es la única causa de una crisis
plural y poliédrica, pero, sin duda alguna, es una de las más importantes.” Pero
no nos equivoquemos, ni nos dejemos atrapar por el discurso económico, político
y mediático dominante. El problema no ha estado en el aumento desproporcionado
de los salarios, en “vivir por encima de nuestras posibilidades”, mantra de
validez universal, cualquiera que sea la realidad
analizada, sino en todo lo
contrario, en su tendencia al estancamiento. Los salarios promedio de la mayor
parte de los trabajadores han crecido en las últimas décadas menos que la
productividad laboral, también en los periodos en que ésta avanzó lentamente, y
en muchos casos apenas han aumentado (no ha sido el caso de las retribuciones
salariales de los altos ejecutivos que sí han conocido un desmesurado e
injustificado crecimiento). El resultado más visible de esta disparidad es que
la parte de la masa salarial en el ingreso nacional ha seguido una tendencia
descendente (no pasemos por alto que en la economía española esto ha sucedido
en un contexto de significativo aumento del empleo, muy vinculado al auge de la
burbuja inmobiliaria). ¿Cómo ha influido esta deriva salarial en la crisis
económica? De varias maneras. En primer lugar, dado que los salarios
constituyen un componente fundamental de la demanda agregada, su rezago o
estancamiento, habrían supuesto una contracción de la misma, que fue evitada
con una intensa expansión del crédito. Doble negocio. Para los empresarios, que
consolidaron un mecanismo de acumulación alimentado en la degradación salarial;
para los bancos y otros actores financieros, porque encontraron un inmenso
mercado para colocar una oferta creciente de créditos. En segundo lugar, y esta
es la otra cara de la moneda, la resultante de este comportamiento de los
salarios fue un aumento de la desigualdad y de la concentración del ingreso en
grupos cuya propensión al consumo era inferior a la del conjunto de los
asalariados, estando, por otro lado, estrechamente imbricados en el negocio
financiero. En tercer lugar, la contracción salarial, sólo compensada por la
rápida expansión del crédito privado,
situó en el motor del crecimiento
económico la demanda externa -las exportaciones en las economías con mayor
potencial competitivo, las importaciones, en las más débiles-. Resulta
particularmente ilustrativo el caso de la economía alemana, cuyas ventas
exteriores crecieron con rapidez, tanto dentro como fuera de la Unión Europea.
Los grandes superávits cosechados contribuyeron a alimentar el circuito
financiero, cubriendo buena parte de la demanda de crédito procedente de las
economías meridionales, también de la española. En cuarto lugar, el aumento de
la desigualdad fue de la
mano, como no podía ser de otra manera, de una
creciente concentración del poder. Se crearon de este modo las condiciones para
que las políticas de los gobiernos, y las implementadas desde Bruselas,
quedaran a merced de los intereses de las grandes corporaciones y de los
lobbies que las representaban. Y esos intereses consistían en ampliar el
espacio de la industria financiera, donde se colocaban productos cada vez más
sofisticados, en mercados cada vez más opacos, en los que se podían obtener
suculentos beneficios.
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