miércoles, 21 de enero de 2015

¿POR QUÉ SE ASESINÓ NISMAN?

COMO EN LA FAMOSA NOVELA DE HAMMETT, “COSECHA ROJA”, 
LA MUERTE DEL FISCAL SE HALLA 
EN UN ENTRAMADO DE CORRUPCIÓN SISTÉMICA.

Escribe 
ALEJANDRO GUERRERO (*)
 Fuente “Analisis político”
 Publica  “Agencia Walsh” 
martes 20 de enero 2015

(*) ALEJANDRO GUERRERO  (ARGENTINA)  Periodista y escritor. Fue redactor en la sección Policiales de los diarios Clarín, La Voz, Tiempos del Mundo, Perfil, las agencias Télam y DyN, y la revista Pistas. Actualmente escribe en los diarios BAE y Tiempo Argentino. También trabajó en Bolivia, donde dirigió el departamento de noticias de Radio Continental, y fue docente en la carrera de Comunicación de la Universidad Mayor de San Andrés. La Federal es su tercer libro. Los anteriores fueron Jorge Newbery (1999) y El peronismo armado (2009). El primero fue recibido con excelentes críticas y el segundo promovió una polémica que perdura
.  

Podría comprobarse con toda certeza que Alberto Nisman se pegó un tiro en el baño de su departamento del lujoso edificio Le Parc, en Puerto Madero, sin que por eso la “sensación” (para usar un término tan caro al gobierno) de la sociedad
modifique su percepción de estar ante un homicidio. En buena parte, esa “sensación” no es del todo falsa. Un armado fraudulento, una guerra entre servicios (en la cual el caso AMIA se entremezcla con narcotráfico y contrabando de armas) en la cual los carpetazos muy a menudo se transforman en plomo caliente, abandonado por la corporación judicial y hasta por Interpol; en fin, demasiadas cosas se habían derrumbado en unas cuantas horas sobre las espaldas de Nisman, que solo podía esperar de su visita al Congreso un vapuleo estridente. En honor a la brevedad: como señaló (antes de conocerse la muerte de Nisman) el diputado Néstor Pitrola, del PO-Frente de Izquierda, el fiscal se había transformado en el ariete de una cantidad de acusaciones (llenas de fisuras) por

cuenta de un sector de los servicios de inteligencia respaldados (ahora se ve que no tanto) por centrales extranjeras de espionaje, enfrentadas con el aparato de espías locales conducido por César Milani, represor de la dictadura, desaparecedor de conscriptos. En ese choque fortísimo, Nisman quedó en el medio, con una cantidad de carpetas que ya no podía sostener. Un balazo del 22, disparado por su propia arma, terminó con un drama que para él había empezado allá por 2004, cuando Néstor Kirchner lo puso al frente de la investigación fraudulenta del caso AMIA y le dijo: “Pibe, Stiuso va a


trabajar con vos”. Antonio Stiuso, (a) “Jaime”, (a) “Stiller”, el entonces todopoderoso director de Operaciones de la SIDE, había organizado, por cuenta del Presidente y de acuerdo con denuncias judiciales del ex ministro de Justicia Gustavo Béliz, “una SIDE paralela, una Gestapo”. Ahora, aun jubilado, Stiuso le está costando al gobierno disgustos de marca mayor. El kirchnerismo ya está


acostumbrado a verse devorado por sus propias criaturas. Nisman había tenido reveses importantísimos aunque ahora consiguió una victoria post-mortem. En su escrito acusatorio, el fiscal había asegurado que el memorando firmado por la Argentina e Irán pedía el retiro de las alertas rojas contra una cantidad de funcionarios iraníes. Nisman, se ve, no tuvo la prudencia de consultar con Interpol, cuyo secretario general, Ronald Noble (ex miembro del Servicio Secreto de los Estados Unidos) lo desmintió, le dijo mentiroso. Otra más: María Servini de Cubría, subrogante del juez Ariel Lijo (a cargo de la causa por las irregularidades en la investigación del atentado a la AMIA) rechazó el pedido de Nisman para habilitar la feria e investigar desde ya sus acusaciones. Servini dijo que no había pruebas suficientes para hacer tal


cosa. Ese fue un mazazo definitivo para Nisman, quien quizá no imaginó que su muerte haría que Lijo retomara anticipadamente su juzgado y habilitara la feria. Había más. A Nisman también lo dejó solo el juez de la causa, Rodolfo Canicoba Corral, quien dijo que él no ordenó ni tenía conocimiento de las escuchas que obran en poder de Nisman. Canicoba dejó de ordenar escuchas hace ocho años; después de eso, las pinchaduras corrieron por cuenta y cargo de Nisman. En otras palabras: no tienen valor legal. Por último, en el Congreso le iba a recordar que WikiLeaks publicó documentos clasificados de la embajada norteamericana en Buenos Aires, por los cuales se sabe que Nisman le informaba puntualmente de todos sus pasos al FBI, a veces antes de darlos. No le informaba al juez de la causa, pero sí a un servicio extranjero. Como se ve, el fiscal llegaba al Congreso en situación de altísima vulnerabilidad. Por eso, tal vez, no quería que su visita al parlamento fuera pública y amenazó con no ir si lo era.   

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