SE
DERIVAN UN PAR DE CONSECUENCIAS.
LA PRIMERA ES QUE LA GUERRA MUNDIAL
ES UNA
POSIBILIDAD REAL
Escribe
RAÚL ZIBECHI (*)
Columnista de Internacionales
en “La Jornada” de Mexico
9 de enero 2015
(*) RAÚL ZIBECHI- (Uruguay 1952) Periodista, docente, investigador
y escritor uruguayo. Analista internacional en Red Voltaire. Logró en 2003
Premio José Martí por sus crónicas sobre Argentina. En diversos medios del
continente y del exterior, incursiona en una visión panorámica sobre las luchas
sociales en nuestra América. Escribe la sección internacional de “Brecha”
(Uruguay). Profesor en “Multiversidad Franciscana” de América Latina
Atravesamos
un cambio de ciclo, un nuevo clima económico y geopolítico. Si es cierto que
2015 registrará el colapso completo del mundo occidental como lo hemos conocido
desde 1945, como pronostica el Laboratorio Europeo de
Anticipación Política,
vendrá de la mano de un enorme huracán que agitará y hará temblar el planeta
entero ( Geab No. 90, 15/12/14). La descomposición del sistema de gobernanza
mundial de los precios del petróleo es apenas una de las más desastrosas
consecuencias de dicho huracán. Hace
poco más de una década, en los albores de los gobiernos progresistas del Cono
Sur, medios de izquierda, analistas y dirigentes comenzaron a nombrarlos como
gobiernos en disputa. Con dicho aserto pretendían dar cuenta de la heterogénea
composición de gabinetes que contenían una doble orientación: progresistas y
conservadores amalgamados en un mismo Ejecutivo. Era el modo, se dijo, de
asegurar mayorías parlamentarias para asentar la gobernabilidad, sobre todo en
el caso de Brasil, donde el Partido
de los Trabajadores no alcanzaba siquiera
un quinto de la representación parlamentaria. Han pasado más de 10 años y ya no
es posible seguir hablando de gobiernos en disputa. Más que el desgastante paso
del tiempo, pesan en la nueva situación las consecuencias de la crisis de 2008
y, de modo muy particular, la ofensiva de Estados Unidos contra el BRICS,
centrada por ahora en Rusia con la caída estrepitosa de los precios del
petróleo como arma arrojadiza. De ello
se derivan un par de consecuencias. La primera es que la guerra es una
posibilidad real. No ya la guerra de agresión de una gran potencia contra
pequeños estados periféricos, como viene sucediendo desde hace largo tiempo
(Cuba, Vietnam y Nicaragua durante la guerra fría; Afganistán, Irak y Siria
ahora), sino una guerra entre potencias, guerra mundial o guerra nuclear. La
segunda es que la potencia
dominante no cederá su lugar sin pelear, y Occidente
no dejará que Asia ocupe el lugar que le corresponde sin intentar antes hundir
el Titánic, con la vana esperanza de que los pasajeros de primera clase se
precipiten al mar después que los de tercera. Las clases dominantes también
tienen sus utopías y en los momentos más difíciles suelen reflotarlas. El mundo
camina hacia el caos sistémico, de modo inexorable, y de ese caos puede salir
un mundo mejor que el actual. En varias ocasiones hemos mencionado el papel que
le cabe a los movimientos, a los pueblos organizados, en este periodo. Es
evidente que aún no estamos preparados para enfrentar semejante perspectiva. Brasil
registra estancamiento general y fuerte retroceso industrial, pero la
gestión de Dilma Rousseff no atina a resolver la situación. En Argentina el
contexto global lleva a una caída de 3 por ciento de la actividad económica, la
destrucción de puestos de trabajo y un deterioro del poder adquisitivo de los
salarios del orden de 10 por ciento, según el economista y diputado Claudio
Lozano ( Sinpermiso, 4/1/15). Según Lozano, pese a los esfuerzos del gobierno
el año pasado se cerró con un millón y medio más de pobres y medio millón más
de indigentes.
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