LOS CIUDADANOS BUSCAN SER RECONOCIDOS SOCIALMENTE
A TRAVÉS
DE SEGUIDORES. Y APARCAN LOS TEMAS
SOBRE LOS QUE SUS OPINIONES
SON MINORITARIAS.
Escribe
PASCUAL SERRANO (*)
Fuente “Visiones Alternativas”
22 de enero 2015
(*) PASCUAL SERRANO JIMÉNEZ. (Valencia, 1964) es un
periodista y ensayista español, muy crítico con los medios de comunicación como
grandes grupos. Especializado en política internacional. Se licenció en
Periodismo en 1993 en la Universidad Complutense de Madrid. Su último libro es
“La comunicación jibarizada”. Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes”.
Director del sitio alternativo en Internet Rebelión.
Uno de los temas importantes relacionados con el
comportamiento humano y la opinión pública que se estudia en comunicación y
sociología es la tendencia de la gente a no hablar sobre cuestiones de política
en público, o entre sus familiares, amigos y compañeros de trabajo, cuando
creen que su propio punto de vista no es ampliamente compartido. De modo que
terminan callando sus opiniones si piensan que no son populares o no van a
lograr la aprobación de sus interlocutores. Esta tendencia se llama la
"espiral del silencio" y fue desarrollada
en 1974 por la alemana
Elisabeth Noelle-Neumann. Según la tesis de esta autora las corrientes de
opinión dominantes o percibidas como vencedoras generan un efecto de atracción
que incrementa su fuerza final. Los movimientos de adhesión a las grandes
corrientes de opinión son un acto reflejo del sentimiento de protección que
confiere la mayoría y el rechazo al aislamiento, al silencio y la exclusión. Es
más, quienes se identifican con corrientes que no tienen el reconocimiento
mayoritario, tratan de ocultar sus opiniones. Téngase en cuenta que
Noelle-Neumann estuvo afiliada al partido nazi por lo que, sin duda, sus
reflexiones son significativas en el apoyo popular que este movimiento logró
entre los alemanes. La sensación de
sentirte de pensamiento minoritario es lo que en el lenguaje coloquial he
llamado en alguna ocasión “síndrome de perro verde”. Esa percepción que se
tiene cuando, escuchando conversaciones en el autobús, en el mercado o la
cafetería, uno llega a la conclusión de que los asuntos y los temas que nos
preocupan no tienen nada que ver con lo que le interesa a la gente de
alrededor. Pero todo esto era antes de la llegada de internet y las redes
sociales. Muchos pudimos pensar que plataformas como Facebook o Twitter
permitirían encontrarnos con nuestros afines y terminar, primero con “síndrome
de perro verde”, y segundo con cualquier inhibición social que pudiésemos
adoptar como consecuencia del miedo al rechazo y el cambio de actitud en la
búsqueda de la aprobación de la mayoría. Los ciudadanos buscan ser reconocidos
socialmente a través del número de seguidores, los “me gusta” o los comentarios
positivos en las redes. Y para ello, aparcan los temas espinosos o sobre los
que consideran que sus opiniones son minoritarias. Eso lo saben bien los
community manager que trabajan para pequeñas empresas. Aparte de los contenidos
publicitarios han comprobado que, para conseguir seguidores en sus plataformas,
deben evitar temas controvertidos y centrarse en asuntos planos que generan
consensos: fotos de amanecer, imágenes de niños cándidos, odas al terruño, a la
amistad o al amor. Los posicionamientos, si los hay, son al equipo de fútbol
local o al deportista de la zona. Que nada chirríe. De ahí que ya tenemos otro
nuevo entorno en el que debemos ser díscolos y no aceptar la espiral del
silencio, las redes sociales. Y si no nos siguen que no nos sigan, y si no les
gusta que no les guste.
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