domingo, 15 de febrero de 2015

“un volcán”:DESIGUALDAD: DESFILE DE LA VERGÜENZA

 MULTIMILLONARIOS DEL 1%, CON GOBIERNOS
DISTRAIDOS SE HACEN DEL ORO A COSTA 
DEL RESTANTE 99%, CON DERECHOS AL PATALEO

Escribe 
LUIS MATÍAS LÓPEZ (*) 
Fuente: Blog del autor en 
“Público.es” de España 
Viernes 13 de febrero 2015

(*)LUIS MATÍAS LÓPEZ (España) Periodista. Exredactor jefe y excorresponsal en Moscú de EL PAIS de Madrid. Colabora en 'Público', tanto en el Consejo Editorial como con esta columna literaria y como analista de temas internacionales  Luis Matías López pretende con esta columna analizar sin sectarismos la actualidad internacional, y en ocasiones la española. Twitter: @LuisMatiasLopez


En Somos el 99% (Capitán Swing), David Graeber recurre a un curioso concepto estadístico que ideó el holandés Jan Pen para ilustrar la tragedia y la vergüenza de la desigualdad  que marca hoy como nunca la realidad social y económica. Se trata de un desfile imaginario en el que, durante una hora, participa la totalidad de la población de un país. Comienzan los más
pobres y terminan los más ricos. La estatura que se atribuye a cada uno es proporcional a sus ingresos en el último año (no se tiene en cuenta la riqueza acumulada). El ejemplo recogido en el libro se refiere a un país del Primer Mundo, el Reino Unido. Por supuesto, las diferencias serían aún más abismales si la marcha incluyera a la totalidad de la población del planeta, donde unos nueve millones de personas mueren de hambre al año y centenares de millones más sobreviven en condiciones dramáticas con ingresos inferiores a un euro al día. MINUTOS DEL 0 AL 6: desfilan seres diminutos, de menos de 30 centímetros de altura. Los más pobres entre los pobres. Ganan menos de 4.500

libras al año. MINUTO 15: pasan camareros, dependientes y otros trabajadores que miden menos de 90 centímetros. Les siguen obreros y camioneros que no pasan de 1,30 metros. Son quizás el grupo más numeroso. MINUTO 40: Comienzan a desfilar personas de estatura normal, en torno a 1,70, con una renta media de unas 25.000 libras. MINUTO 50: Entran en escena abogados, médicos, economistas e ingenieros de más de 3 metros de estatura. (Desfile total en la nota). Los autores no ponen el énfasis en las cuestiones morales, aunque es obvio que consideran obscena cualquier acumulación tan desmedida de riqueza. Sin embargo, su argumentación es más sutil y pragmática: consiste en explicar que Gates ha capitalizado en provecho

propio, y sin pagar apenas por ello, un acervo colectivo. Eso sí, con mucha suerte, habilidad, utilización de recursos públicos, cierta falta de escrúpulos y un prodigioso sentido del negocio, aunque él haya terminado llevándose todo el mérito… y la parte del león de los beneficios. El hecho, afirman McQuaig y Brooks, es que cualquiera que, como Gates, sea capaz de crear un producto ligeramente novedoso capaz de conquistar el mercado global se hará con una desproporcionada parte del pastel. Lo que lleva a la esencia del problema: ya que el sistema capitalista no tiene la voluntad de frenar esa acumulación disparatada de riqueza, al menos debería establecer mecanismos eficaces para que l
a sociedad recuperase una parte sustancial de ese dividendo en forma de elevados impuestos a las grandes fortunas. Sería una forma de hacerles pagar la deuda contraída por el uso en provecho propio y de forma gratuita de unos instrumentos que no le pertenecen (no más que a cualquier otro ciudadano), un volumen de conocimiento acumulado gracias al esfuerzo de muchas mentes brillantes a lo largo de los tiempos. Citando a Hobhouse, los autores señalan: “La tributación no debería verse como una retribución, sino más bien como una justa compensación”.   

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