domingo, 15 de marzo de 2015

COMERCIO, DINERO Y VIOLENCIA

 EN EL SIGLO XIX LA EXPANSIÓN ECONÓMICA SE FRENÓ. 
ERA EL PRELUDIO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL. 
EL COMERCIO NO TRAJO LAZOS DE UNA PAZ DURADERA.

Escribe
ALEJANDRO NADAL (*) 
Fuente “Visiones alternativas” 
12 de marzo 2015

(*) ALEJANDRO NADAL es Doctor en Economía por la Universidad de París y Profesor de Teoría Económica del Colegio de México.  Miembro del Consejo Editor de Sin Permiso y columnista permanente en “La Jornada” de México. Conferencista y Periodista que publica en importantes medios de Europa y América. Trabaja en un libro sobre macroeconomía. Sustenta que esta no es crisis económica, sino que es estructural del sistema.


La leyenda más importante en teoría económica es que a través del comercio se alcanza la armonía social. El relato es sencillo: los seres humanos tienen una propensión natural a realizar intercambios. Dice Adam Smith que es una facultad privativa de los seres humanos: los sabuesos pueden cazar en equipo, pero nunca nadie vio un sabueso
intercambiar un hueso con otro. El mensaje central es que primero vino el trueque y eso generó la división del trabajo, de donde emerge la armonía social como fenómeno natural. Pero Adam Smith estaba equivocado. La antropología y la historia lo han desmentido. El trueque no se da inicialmente entre los habitantes de un pueblo o entre vecinos y entre amigos. Para ellos existen relaciones sociales basadas en nexos familiares, de amistad, vecindad y jerarquías institucionales. La paz duradera no se construye con el comercio, sino a través de vínculos de solidaridad, tolerancia y buena voluntad. El trueque sí es muy antiguo, pero se presentó originalmente entre extraños e incluso entre enemigos. En su libro “Deuda: los primeros cinco mil años”, David Graeber explica cómo los orígenes del dinero y el comercio están más ligados a la guerra, la violencia y la esclavitud que a los plácidos sueños que dieron origen a la teoría

económica. La historia es un largo camino en el que sólo la violencia es capaz de transformar las obligaciones de solidaridad y reciprocidad que existen entre amigos y vecinos en relaciones cuantificables que se explican por el binomio acreedor/deudor. Aquellas obligaciones son impagables, mientras que las deudas son cuantificables. Esto las hace impersonales y transferibles. Si usted le debe un gran favor o la vida a alguien, usted estará obligado de por vida con esa persona. Esa deuda es impagable. Usted podrá expresar su gratitud constantemente, pero su obligación no se extinguirá nunca. Pero si usted debe mil pesos, esa deuda es transferible y quien sea el nuevo acreedor puede proceder contra usted, independientemente de los vínculos sociales existentes existir entre usted y el acreedor original. Nunca ha existido una sociedad en la
que la armonía social dependiera de un sistema de trueque generalizado. La razón es sencilla: el trueque es por definición el acto en el que ambos polos buscan activamente llevarse la mejor parte. En cambio, los vínculos sociales que se establecen por nexos familiares, amistad y vecindad no son el espacio ideal para tratar de sacar ventaja del otro. El análisis de Caroline Humphrey, de la Universidad de Cambridge, es claro: históricamente el trueque se da entre extraños, entre personas que probablemente nunca se vuelvan a encontrar. A pesar de estas enseñanzas, una de las justificaciones del proyecto de integración en Europa (y de múltiples tratados de libre comercio) es la idea de que el comercio promueve la paz entre los pueblos. Eso se pensó al lanzarse el proyecto de construcción de la unión europea: el comercio permitiría alcanzar el objetivo escurridizo de una paz duradera.  

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