LOS GOBIERNOS O BIEN NO PERCIBIERON LA GRAVEDAD
DE LA AMENAZA O, PEOR AÚN,
NO TIENEN VOLUNTAD POLÍTICA
DE LA AMENAZA O, PEOR AÚN,
NO TIENEN VOLUNTAD POLÍTICA
DE PERTURBAR CON SUS ESCRÚPULOS MORALES
O POLÍTICOS (SI LOS TUVIERAN) AL IMPERIO...
Escribe
ATILIO A. BORON (*)
Fuente “Rebelión”
Sabado 14 de marzo
2015
(*) ATILIO BORON – (ARGENTINA) Economista y periodista
argentino. Analista y politólogo. Director del Programa Latinoamericano de
Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED). Premio Internacional de la UNESCO José Martí.
Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2009. Profesor Regular Titular de
Teoría Política y Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos
Aires desde 1986. Autor entre otros de “La Filosofía Política Moderna.” Premio
al Pensamiento Crítico y Columnista en varios medios alternativos.
Conferencista internacional.
Este Miércoles se conoció que la reunión de cancilleres de
la UNASUR para el día siguiente en Montevideo había sido
postergada para el 23 del corriente. El presidente Rafael Correa enmendó
tamaña insensatez y convocar a una reunión extraordinaria de cancilleres en la
sede de la UNASUR, en Quito, el Sábado. La postergación de ese cónclave
en
medio de una crisis de gran magnitud no sólo fue sorprendente sino
extremadamente preocupante. Quiere decir que los gobiernos sudamericanos o bien
no han percibido la gravedad de la amenaza contenida en la orden ejecutiva de
Barack Obama o, peor aún, lo percibieron pero no tienen voluntad política de
perturbar con sus escrúpulos morales o políticos (si los tuvieran) los
designios imperiales. Y esto pese a que Washington ha optado por escalar los
ataques al gobierno bolivariano embarcándose en un curso de acción que viola
por enésima vez la legalidad internacional agrediendo a un país que -como todos
los de Nuestra América- no tiene posibilidad alguna de quebrantar la seguridad
nacional de Estados Unidos. ¿Qué esperan para actuar los gobiernos de la UNASUR
que aún permanecen en silencio o limitándose a expresar un casi inaudible
reproche? ¿Se aplicaría aquí aquel aforismo que dice que “quien calla otorga”?
¿Cómo no reaccionan de manera inmediata –tal como para su dignidad lo hicieron
Quito y La Paz- ante la durísima amenaza proferida por el insólito Premio Nobel
de la Paz 2009? Está muy
bien que los cancilleres se reúnan este Sábado pero,
¿para cuándo citaría la UNASUR la cumbre de presidentes de la región, única
instancia que haría resonar con fuerza la voz de Sudamérica en Washington? ¿O
es que algún gobernante acaricia la ilusión de resolver esta crisis en la
Cumbre de las Américas que debería tener lugar en Panamá entre el 8 y el 10 de
Abril del corriente año, cuando para ese entonces tal vez Estados Unidos haya
bloqueado los puertos venezolanos, establecido una zona de exclusión aérea o
desatado una ola de atentados terroristas en Venezuela, apelando a los métodos
utilizados antes en países como Cuba, Chile, Nicaragua y Granada, para citar
sino algunos pocos casos que se nos vienen de inmediato a la memoria?
Insistimos en eso que “debería tener lugar en Panamá” porque, de persistir esta
amenaza o en caso de concretarse un ataque en contra de Venezuela no tendría
ningún sentido que nuestros presidentes acudieran a esa cita para brindar por
la paz y la seguridad de las Américas mientras el emperador está empeñado en
destruir a un pueblo hermano. Retomando el hilo de nuestra argumentación recordemos
que si en 2008 y en 2010 las intentonas golpistas en contra de Evo Morales y
Rafael Correa fueron desbaratadas se debió a que ante tales amenazas los
presidentes sudamericanos fueron convocados y se reunieron en cuestión de horas
en Santiago y
Buenos Aires, declarando que no admitirían ni convalidarían
gobierno alguno surgido de un proceso de desestabilización, tipo “golpe
blando”, al margen de la normativa legal y constitucional vigentes en Bolivia y
Ecuador. Pero ahora, cuando la región se enfrenta a un ultimátum norteamericano
–pues no de otra cosa se trata la orden ejecutiva de Obama- la respuesta de la
mayoría de los gobiernos del área ha sido vacilante y dilatoria. Cabe
preguntarse por las razones de esta conducta suicida. La agresión a Venezuela
desencadenaría un “efecto dominó” que, más pronto que tarde, arrasaría con
todos los gobiernos de izquierda y progresistas de la región. Si no se lograra
un consenso en la UNASUR para repudiar y rechazar los designios de la Casa
Blanca entonces la crisis iluminará con potentes luces la escena política
regional y permitirá discernir cuáles son los gobiernos que de verdad apoyan al
proceso bolivariano en Venezuela -y, por extensión, a las luchas emancipatorias
de toda Nuestra América- y cuáles lo hacen de la boca para afuera, mientras el
imperio no emita una orden en contrario. Los primeros salvarán su honor como
patriotas latinoamericanos; los otros, por su indiferencia, silencio o
cobardía, se hundirán para siempre en la deshonra. En pocos días sabremos
quienes están en uno u otro lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario