domingo, 15 de marzo de 2015

LA UNASUR AL BORDE DEL ABISMO

LOS GOBIERNOS O BIEN NO PERCIBIERON LA GRAVEDAD 
DE LA AMENAZA O, PEOR AÚN, 
NO TIENEN VOLUNTAD POLÍTICA 
DE PERTURBAR CON SUS ESCRÚPULOS MORALES 
O POLÍTICOS (SI LOS TUVIERAN) AL IMPERIO...


Escribe 
ATILIO A. BORON (*)
 Fuente “Rebelión” 
Sabado 14 de marzo 2015

(*) ATILIO BORON – (ARGENTINA) Economista y periodista argentino. Analista y politólogo. Director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED).  Premio Internacional de la UNESCO José Martí. Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2009. Profesor Regular Titular de Teoría Política y Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires desde 1986. Autor entre otros de “La Filosofía Política Moderna.” Premio al Pensamiento Crítico y Columnista en varios medios alternativos. Conferencista internacional.


Este Miércoles se conoció que la reunión de cancilleres de la UNASUR   para el día siguiente en Montevideo había sido postergada para el 23 del corriente. El  presidente Rafael Correa enmendó tamaña insensatez y convocar a una reunión extraordinaria de cancilleres en la sede de la UNASUR, en Quito, el Sábado. La postergación de ese cónclave
en medio de una crisis de gran magnitud no sólo fue sorprendente sino extremadamente preocupante. Quiere decir que los gobiernos sudamericanos o bien no han percibido la gravedad de la amenaza contenida en la orden ejecutiva de Barack Obama o, peor aún, lo percibieron pero no tienen voluntad política de perturbar con sus escrúpulos morales o políticos (si los tuvieran) los designios imperiales. Y esto pese a que Washington ha optado por escalar los ataques al gobierno bolivariano embarcándose en un curso de acción que viola por enésima vez la legalidad internacional agrediendo a un país que -como todos los de Nuestra América- no tiene posibilidad alguna de quebrantar la seguridad nacional de Estados Unidos. ¿Qué esperan para actuar los gobiernos de la UNASUR que aún permanecen en silencio o limitándose a expresar un casi inaudible reproche? ¿Se aplicaría aquí aquel aforismo que dice que “quien calla otorga”? ¿Cómo no reaccionan de manera inmediata –tal como para su dignidad lo hicieron Quito y La Paz- ante la durísima amenaza proferida por el insólito Premio Nobel de la Paz 2009? Está muy

bien que los cancilleres se reúnan este Sábado pero, ¿para cuándo citaría la UNASUR la cumbre de presidentes de la región, única instancia que haría resonar con fuerza la voz de Sudamérica en Washington? ¿O es que algún gobernante acaricia la ilusión de resolver esta crisis en la Cumbre de las Américas que debería tener lugar en Panamá entre el 8 y el 10 de Abril del corriente año, cuando para ese entonces tal vez Estados Unidos haya bloqueado los puertos venezolanos, establecido una zona de exclusión aérea o desatado una ola de atentados terroristas en Venezuela, apelando a los métodos utilizados antes en países como Cuba, Chile, Nicaragua y Granada, para citar sino algunos pocos casos que se nos vienen de inmediato a la memoria? Insistimos en eso que “debería tener lugar en Panamá” porque, de persistir esta amenaza o en caso de concretarse un ataque en contra de Venezuela no tendría ningún sentido que nuestros presidentes acudieran a esa cita para brindar por la paz y la seguridad de las Américas mientras el emperador está empeñado en destruir a un pueblo hermano. Retomando el hilo de nuestra argumentación recordemos que si en 2008 y en 2010 las intentonas golpistas en contra de Evo Morales y Rafael Correa fueron desbaratadas se debió a que ante tales amenazas los presidentes sudamericanos fueron convocados y se reunieron en cuestión de horas en Santiago y


Buenos Aires, declarando que no admitirían ni convalidarían gobierno alguno surgido de un proceso de desestabilización, tipo “golpe blando”, al margen de la normativa legal y constitucional vigentes en Bolivia y Ecuador. Pero ahora, cuando la región se enfrenta a un ultimátum norteamericano –pues no de otra cosa se trata la orden ejecutiva de Obama- la respuesta de la mayoría de los gobiernos del área ha sido vacilante y dilatoria. Cabe preguntarse por las razones de esta conducta suicida. La agresión a Venezuela desencadenaría un “efecto dominó” que, más pronto que tarde, arrasaría con todos los gobiernos de izquierda y progresistas de la región. Si no se lograra un consenso en la UNASUR para repudiar y rechazar los designios de la Casa Blanca entonces la crisis iluminará con potentes luces la escena política regional y permitirá discernir cuáles son los gobiernos que de verdad apoyan al proceso bolivariano en Venezuela -y, por extensión, a las luchas emancipatorias de toda Nuestra América- y cuáles lo hacen de la boca para afuera, mientras el imperio no emita una orden en contrario. Los primeros salvarán su honor como patriotas latinoamericanos; los otros, por su indiferencia, silencio o cobardía, se hundirán para siempre en la deshonra. En pocos días sabremos quienes están en uno u otro lado.  

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