LAS
MINORÍAS RICAS Y DOMINANTES
IMPONEN UNA ESTRATEGIA ENTRE
SÍ,
POR ENCIMA Y CONTRA EL PUEBLO,
PARA MANTENER LA
DOMINACIÓN
Escribe
LEONARDO BOFF (*)
Fuente Web del autor
17 de marzo 2015
(*)LEONARDO BOFF (BRASIL) Teólogo, filósofo y escritor Uno
de los fundadores de la Teología de la Liberación. en 1985, la Congregación
para la Doctrina de la Fe, dirigida por el Cardenal Ratzinger (ex Papa) le
silenció por un año por su libro “La Iglesia, Carisma y Poder” . Profesor de
ética y filosofía en Brasil. Conferencista en muchas universidades, como
Heidelberg, Harvard, Salamanca, Barcelona, Lund, Lovaina, París, Oslo, Turín
entre otras. Escribió más de 100 libros, traducidos a diversas lenguas. En
1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio Right Livelihood.
Ya lo
dijimos en este espacio y lo repetimos: el odio diseminado en la sociedad y en
los medios de comunicación social no es tanto odio al PT, sino a aquello que el
PT propició para las grandes mayorías marginadas y empobrecidas de nuestro
país: su inclusión social y la recuperación de su
dignidad. No son pocos los
beneficiados con los proyectos sociales que declaran: «me siento orgulloso, no
porque ahora puedo comer mejor y viajar en avión, cosa que antes no podía
hacer, sino porque ahora he recuperado mi dignidad». Ese es el más alto valor
político y moral que un gobierno puede presentar: no solo garantizar la vida
del pueblo, sino hacerle sentirse digno, participante de la sociedad. Ningún
gobierno anterior en nuestra historia consiguió esta hazaña memorable. No había
condiciones para realizarla porque nunca hubo interés en hacer de las masas
explotadas de indígenas, esclavos y colonos pobres, un pueblo consciente y
actuante en la construcción de un proyecto-Brasil. Lo importante era mantener
la masa como masa, sin posibilidad de salir de la
condición de masa, pues así
no podría amenazar el poder de las clases dominantes, conservadoras y altamente
insensibles a los padecimientos del prójimo. Esas élites no aman a la masa
empobrecida, pero tienen pavor de un pueblo que piensa. Para conocer esta
anti-historia aconsejo a los políticos, a los investigadores y a los lectores
que lean el estudio más minucioso que conozco: La política de conciliación:
historia cruenta e incruenta, un largo capítulo de 88 páginas del clásico
Conciliação e reforma no Brasil de José Honório Rodrigues (1965 pp. 23-111). En
él se narra cómo la dominación de clase en Brasil, desde Mende de Sá hasta los
tiempos modernos, fue extremadamente violenta y sanguinaria, con muchos
fusilamientos y ahorcamientos y hasta guerras oficiales de
exterminio dirigidas
contra tribus indígenas, como contra los botocudos en 1808. También sería falso
pensar que las víctimas tuvieron un comportamiento conformista. Al contrario,
reaccionaron también con violencia. Fue la masa indígena y negra, mestiza y
cabocla la que más luchó y fue cruelmente reprimida, sin ninguna piedad
cristiana. Nuestro suelo quedó empapado de sangre. Las minorías ricas y
dominantes elaboraron una estrategia de conciliación entre sí, por encima de la
cabeza del pueblo y contra el
pueblo, para mantener la dominación. La
estratagema fue siempre la misma. Como escribió Marcel Burstztyn (O pais da
alianças: as elites e o continuismo no Brasil, 1990): «el juego nunca cambió;
apenas se barajaron de otra manera las cartas de la misma y única baraja». Fue
a partir de la política colonial, continuada hasta fecha reciente, cuando se
lanzaron las bases estructurales de la exclusión en Brasil, como lo han
reflejado grandes historiadores, especialmente Simon Schwartzman con su Bases
do autoritarismo brasileiro (1982) y Darcy Ribeiro con su grandioso O povo
brasileiro (1995). Existe, pues, con raíces profundas, un desprecio hacia el
pueblo, nos guste o no. Ese desprecio alcanza al nordestino, tenido por
ignorante
(cuando a mi modo de ver es extremadamente inteligente, vean sus
escritores y artistas), a los afrodescendientes, a los pobres económicos en general,
a los moradores de favelas (comunidades), y a aquellos que tienen otra opción
sexual. Pero gracias a las políticas sociales del PT irrumpió un cambio
profundo: los que no eran comenzaron a ser. Pudieron comprar sus casas, su
cochecito, entraron en los centros comerciales, viajaron en avión en gran
número, tuvieron acceso a bienes
antes exclusivos de las élites económicas. Según
el investigador Márcio Pochmann en su Atlas da Desigualdade social no Brasil:
el 45% de todo el ingreso y la riqueza nacionales se lo apropian solamente 5
mil familias extensas. Estas son nuestras élites. Viven de rentas y de la
especulación financiera, por lo tanto, ganan dinero sin trabajo. Poco o nada
invierten en la producción para fomentar un desarrollo necesario y sostenible.
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