OBAMA PRONUNCIÓ UN DISCURSO A LA DEFENSIVA,
MANTUVO EN TODO
MOMENTO EL CEÑO ADUSTO
SU HABILIDAD ORATORIA SE
QUEDÓ EN WASHINGTON.
Escribe
PEDRO MIGUEL –
Periodista. Columnista
en “La Jornada”
de México
y otros medios del continente.
Martes 14 de abril 2015.
Martes 14 de abril 2015.
No deja de ser gracioso que el encuentro de presidentes del
hemisferio que ocurrió en Panamá hace tres días haya dado pie a historias tan
contrastadas como las que se pudo ver, escuchar y leer en los medios de derecha
y las que uno pudo colegir de los videos sin editar y de la consignación
puntual y fáctica de lo allí sucedido. Como en la película Rashÿmon, de Akira
Kurosawa, una misma serie de interacciones da lugar a relatos diversos y hasta
contrapuestos. Notas, artículos y editoriales del llamado mainstream mediático
vieron en la reunión una clara victoria de Estados Unidos, de Barack Obama
concretamente: hablaron de un regreso de
Washington a la escena continental, de
una Casa Blanca triunfante ante La Habana (porque pudo colgarse el crédito
histórico de la normalización de relaciones como un trofeo) y ante Caracas
(porque Obama aflojó la presión pero no dio marcha atrás en su declaratoria de
Venezuela como amenaza grave e inusual a la seguridad nacional estadunidense)
de una superpotencia que ha recuperado la iniciativa en su patio trasero. No lo
dicen así sino de manera tangencial: Obama ha logrado inaugurar una nueva era
en las maltrechas relaciones con sus vecinos del sur y ha dejado atrás la
historia de conflictos y desencuentros que se remonta a medio siglo
, en el caso
de Cuba, o a tres o cuatro lustros, por lo que hace a la mayoría de las
naciones sudamericanas. Bravo. En contraste –prosigue el relato–, los
presidentes del campo latinoamericano (léase Venezuela, Ecuador, Bolivia,
Argentina y Brasil, principalmente) exhibieron una vieja y cansada retórica
ideológica sin grandes recursos argumentales y, para colmo, acudieron al
encuentro panameño abrumados por la caída de las materias primas en los
mercados internacionales, por el agotamiento del ciclo de crecimiento económico
de hace unos años y por el desgaste del poder, expresado sobre todo en
escándalos de corrupción. Así se ve, desde el aparato mediático dominante y
hegemónico, lo ocurrido en Panamá este fin de semana. Pero si uno acude a
YouTube y se toma la molestia de observar los discursos de los ahí reunidos se
encontrará con una realidad diametralmente opuesta: de entrada, Obama pronunció
un discurso a la defensiva, mantuvo en todo momento el ceño adusto y, lo que es
peor, su conocida habilidad oratoria se quedó en Washington. Parecía un hombre
que se refugia en un eficientismo impaciente porque sueña con la jubilación y
proyectaba en todo momento su necesidad de salir del paso. Salió, en efecto, y
abandonó
la reunión en forma prematura porque, como lo definió él mismo, no
quería escuchar más clases de historia. En todo caso, el gobierno que tuvo que
formular propósitos de enmienda fue el de Washington, no el de La Habana. En
cambio, lo que se mira en las vibrantes intervenciones de Cristina Fernández de
Kirchner, Rafael Correa y Nicolás Maduro –y, en menor medida, de Tabaré
Vázquez, conocido por su estilo moderado, y de Evo Morales, quien tampoco tuvo
una jornada oratoria particularmente buena– es un consenso en defensa de la
autodeterminación de las naciones del subcontinente y un acuerdo básico acerca
de la necesidad de avanzar en el deslinde con respecto
del modelo neoliberal.
La alocución de Raúl Castro fue caso aparte porque era la primera ocasión en
que su país era admitido en esos cónclaves y no iba a romper lanzas con
Washington cuando apenas se está impulsando el proceso de normalización de
relaciones. Otro caso especial era el de Juan Manuel Santos, involucrado en el
decisivo proceso de paz con las organizaciones guerrilleras de su país y quien,
sin dejar de ser un conservador y de derecha, exhibió visión de Estado. Los
latinoamericanos hicieron ver al estadunidense como un hombre aislado e
incómodo y, desde luego, no estuvieron dispuestos a renunciar a los reclamos
históricos. No había, de hecho, razones para hacerlo porque en este hemisferio
la historia y el presente se funden en un continuo que arranca con las
invasiones y el saqueo territorial contra México y desemboca en el hostil
decreto antivenezolano emitido apenas el mes pasado por la Casa Blanca; que va
de los tratados colonialistas impuestos a Cuba en los albores de su vida
independiente a un embargo económico que persiste, y sobre cuya pronta
terminación no hay certeza alguna.
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