HUBO CONQUISTAS EN EL SIGLO
XIX,
PERO LA INDUSTRIALIZACIÓN INICIADA
EN INGLATERRA, AHORA SE CUESTIONA
POR CONTAMINACIÓN Y OTROS
ESTRAGOS
Escribe
OCTAVIO RODRÍGUEZ (*)
Fuente “La Jornada” de México.
7 de Mayo
2015
(*) OCTAVIO RODRÍGUEZ ARAUJO (
1941, Puebla, México) Periodista. Escritor. Es un intelectual mexicano de
izquierda. Especialista en política mexicana. Doctor en ciencia política y
Sociales de la UNAM. Profesor emérito de la Facultad de Ciencias Políticas. Su
último libro es “Derechas y
ultraderechas en el mundo” (Siglo XXI Editores). Ha dicho que “Una cosa es la
democracia en la elección de un dirigente y otra la democracia en el ejercicio
del Gobierno”
Los mexicanos –la mayoría–
vivimos en un túnel que pareciera no tener salida. O quizá sea un embudo en el
que vamos hacia la parte más angosta por la que sólo cabrán, para ver la luz,
los más privilegiados por este sistema que día a día cobra más víctimas en
todo
el mundo, en algunos países más que en otros. Los partidos políticos tienen muy
pocas propuestas de cambio, cuando tienen, y quienes no pertenecen ni
simpatizan con los partidos están en similares circunstancias. Éstos, en el
mejor de los casos, están preocupados por la situación concreta en que viven y,
por lo mismo, sus demandas son sobre asuntos específicos. Otros nos dicen que
el sistema se debe cambiar porque no ofrece nada bueno para las mayorías, y
tienen razón, pero no parecen ser suficientemente audaces (y realistas a la
vez) para señalar el cómo hacer esos cambios (la estrategia). Muchos le apuestan
a la organización de los subalternos, como les llaman algunos a los pobres del
campo y la ciudad, pero sin un programa viable (y no de buenos deseos) no se ve
por qué y para qué habrían de organizarse, ni tampoco se habla del cómo.
Podríamos estar de acuerdo en que un común denominador es la lucha contra el
neoliberalismo, pero a la hora de las propuestas
alternativas surgen de
inmediato las diferencias, y con éstas las divisiones y la dispersión. Por
ahora, la lucha anticapitalista es un buen discurso. Además, la lucha
anticapitalista es un anti, pero no es por sí misma un proyecto de lo que
debiera sustituir al capitalismo. Se diría que es el socialismo, pero no hay
referentes sólidos de un modelo alternativo de esta naturaleza. Teóricos y
filósofos hay y ha habido, algunos de primera línea, pero tampoco han
proporcionado soluciones que hayan resistido la prueba del tiempo, de la
historia. Nos han ofrecido propuestas de cambio y críticas excelentes al statu
quo, pero
la realidad terca y poderosa se ha encargado de ubicarlos en el nicho
de las mentes más brillantes en las bibliotecas, pero no en la construcción de
un mundo mejor para todos y no sólo para unos cuantos. ¿Será vigente la
undécima tesis de Marx sobre Feuerbach: Los filósofos no han hecho más que
interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de
transformarlo?. Hemos avanzado muchísimo
en los últimos 150 años, pero la vieja tesis del desarrollo desigual y
combinado persiste: ¿en qué se parecen países como Somalia y Noruega o
Argentina, o más cerca, estados como Oaxaca y Nuevo León? Ha habido conquistas
impensables a principios del siglo XIX, pero la industrialización iniciada en
Inglaterra en aquellos años ahora
se cuestiona por la contaminación y otros
estragos, y no faltan teorías que proponen la desindustrialización y el
antidesarrollo como opción para la humanidad. Es claro que estos avances han
mejorado la vida de miles de millones de personas pero no de toda la población
mundial: unos tienen 80 o más años de expectativa de vida, otros siguen, como
en la Edad Media, con la esperanza de llegar a los 50 años en promedio. Unos
disfrutamos de las nuevas tecnologías de comunicación, Internet por ejemplo, y
otros sólo las desean, pero en esto también hay críticas por sus efectos en la
salud física y mental de quienes se enajenan a ellas. ¿Qué no tiene su pro y su
contra? La inconformidad existe casi en
todos lados, aunque no en todos se
exprese con libertad, pero ciertamente no está organizada. Es real, pese a que
nos surjan dudas sobre la autenticidad de algunos movimientos, pero una vez más
se percibe la falta de proyecto más allá de demandas concretas y con frecuencia
inmediatistas. Cuando los obreros europeos y estadunidenses demandaban la
jornada de 10 horas, y luego de ocho horas, sumaron a millones, pero aun así
hubo esquiroles en sus mismos países, o importados de otros (la necesidad tiene
cara de hereje, dice el dicho). Pero no todas las demandas actuales tienen el
mismo grado de universalidad y, por lo mismo, no suman a tanta gente. Es esta
una de las razones por las que buena parte de los movimientos sociales se
dispersan y no se organizan como sería deseable para ejercer suficiente presión
sobre quienes tienen el poder.
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