LA POLÍTICA AMBIENTAL
EN LATINOAMÉRICA,
COEXISTE CON EL MAL
OLOR, LAS RATAS,
LOS CERDOS, LAS MOSCAS, LOS GUSANOS,
Y EL METANO DEBAJO DE LAS
CAPAS DE BASURA
Escribe
CARLOS FERMÍN
( *)
Fuente “Eco Portal”
14 de mayo 2015
(*) CARLOS FERMÍN (*) (Venezuela) Periodista. Se especializa
en temas de Ecologia y Medio Ambiente. Graduado en Comunicación Social, mención
Periodismo en la Universidad de Zulia, Venezuela Escribe en la Web http://ekologia.com.ve/ y otros medios de la prensa alternativa. Ha
dicho que…”La perversa realidad ambiental que confrontamos a diario, refleja el
caos supremo de la implacable Sociedad Moderna”
Cuando se trata de reducir los índices de contaminación
ambiental y fomentar la práctica de la Cultura del Reciclaje, los
latinoamericanos sufrimos de un continuo bloqueo mental, que nos impide asumir
la
responsabilidad de proteger los recursos naturales del Medio Ambiente, y
generar respuestas positivas de cambio a favor del saturado planeta Tierra. La
sistemática indiferencia ecológica en América Latina, permite que los
latinoamericanos produzcan de 0,7 a 1,3 kilogramos de basura a diario, por lo
que cada 24 horas se originan más de 500 mil toneladas de desechos sólidos, que
termina promediando casi 200 millones de toneladas de residuos anualmente. De
esa trágica cifra, se recicla menos del 15% de los materiales orgánicos e
inorgánicos que
se descargan en los vertederos de basura a cielo abierto, los
cuales acumulan, queman y contaminan toda la desidia ambiental, ocasionada por
la ignorancia de los más de 600 millones de latinoamericanos que atiborran las
calles de nuestra capitalista geografía. DESAYUNAMOS, ALMORZAMOS Y CENAMOS,
pero ¿Dónde termina el cartón de huevos, la botella de Coca-Cola y la lata de
atún? COMPRAMOS, VENDEMOS Y REGALAMOS, pero ¿Dónde termina la colilla del
cigarro, el blister de los juguetes y el vidrio de los
licores? LEEMOS,
VIAJAMOS Y REZAMOS, pero ¿Dónde termina el papel periódico, las hojillas de afeitar
y los test de embarazo? LLORAMOS, REÍMOS Y SOÑAMOS, pero ¿Dónde termina el
envase del cloro, el envoltorio de las galletas y las cáscaras de las frutas? TRABAJAMOS,
DORMIMOS Y DESPERTAMOS, pero ¿Dónde termina el pañal desechable, los discos
compactos rayados y la mugre de las uñas? NACEMOS, CRECEMOS Y MORIMOS, pero
¿Dónde termina el pote de champú, el tetra pak de la leche, las jeringas del
hospital y las bujías oxidadas? La respuesta es muy sencilla. Gran
parte de la
basura latinoamericana termina aglutinada en una genérica bolsa de plástico
negra, blanca o transparente, que se deposita en el genérico contenedor de
basura frente a nuestro domicilio, esperando que las agujas del reloj marquen
la impuntual llegada del genérico camión compactador, que trasladará con gritos
industriales todos los desechos sólidos hasta el genérico vertedero a cielo
abierto, para que
de generación en generación se repita la misma errática
historia de abuso ambiental. ¿Por qué somos tan sinvergüenzas? Vivimos
destruyendo el entorno biofísico que albergamos, y nos quedamos calladitos ante
el gran ecocidio que perpetramos en la oficina, en el hogar, en las plazas, en
los parques, en las playas y en las aceras de nuestros países. Desde Toluca de
Lerdo en México, pasando por Maracaibo en Venezuela, y llegando hasta Tucumán
en Argentina, observamos que la irracionalidad ecológica de la población
latinoamericana, demuestra la falta de Conservacionismo entre los ciudadanos, y
la negativa de los gobiernos de turno en aplicar la normativa legal que
prioriza la
práctica obligatoria del reciclaje. Surgen las interrogantes ¿A qué
normativas legales nos estamos refiriendo? ¿Será a las fantasmagóricas leyes
sobre la Gestión Integral de los Desechos Sólidos, o a las ordenanzas
municipales que nunca se transfieren a la colectividad? Es obvio que la
política ambiental vigente en Latinoamérica, coexiste con el mal olor, con las
ratas, con los cerdos, con las moscas, con los gusanos, y con el metano que
habita debajo de las capas de basura en La Ciénaga, en El Rodeo, en La Bonanza,
en Yotoco, en Villa Hayes, en Norte III, en La Esmeralda
, en La Chorrera, en El
Milagro, en Cerro Patacón, en San José, en La Cañada, en Zona 3, en Las
Iguanas, en Santiago Poniente, en Doña Juana, en Atiquizaya, en Huajara, en
Yopal, en Calle 100, en Los Pinos y en el resto de los laberintos de
aniquilación ambiental, mejor conocidos como rellenos sanitarios, vertederos o
botaderos de basura. Recordemos que los mencionados laberintos del ecocidio, no
fueron, no son y nunca serán la respuesta ambientalmente inteligente para
alcanzar el desarrollo sostenible y sustentable de los pueblos. La cal, el
aserrín y la arena, no pudieron
ocultar las prolongadas grietas del extinto
Jardim Gramacho, que vivió más de 30 años soportando la extrema negligencia
carioca, y pronosticó la imparable crisis ecológica del actual siglo XXI. Por
desgracia, los rellenos sanitarios no representan un mecanismo técnico eficaz
para disponer de la basura urbana. La verdad, es que son improvisadas áreas
naturales demarcadas con estratégicos vocablos politizados, donde las empresas
contratistas jamás terminan recolectando, clasificando y llevando la basura
hasta los centros autorizados de reciclaje, que aprovecharían los materiales
desechados en aras de su reutilización como materia prima, para la fabricación
de nuevos productos de bajo impacto ambiental. El tema renace en cada campaña electoral. Y vuelve a morir... con total éxito.
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