AL
CRECER EL PT, FUE ORGANIZACIÓN
PARTIDARIA.
COMO TAL SE VOLVIÓ PODER.
DONDE HAY PODER DESPUNTA EL DEMONIO.
PUEDE ECHAR TODO A PERDER
Escribe desde Brasil:
LEONARDO BOFF (*)
Fuente Web del autor
Domingo
7 de Junio 2015
(*)LEONARDO
BOFF (BRASIL) Teólogo, filósofo y escritor Uno de los fundadores de la Teología
de la Liberación. en 1985, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida
por el Cardenal Ratzinger (ex Papa) le silenció por un año por su libro “La
Iglesia, Carisma y Poder” . Profesor de ética y filosofía en Brasil.
Conferencista en muchas universidades, como Heidelberg, Harvard, Salamanca,
Barcelona, Lund, Lovaina, París, Oslo, Turín entre otras. Escribió más de 100
libros, traducidos a diversas lenguas. En 1997, el Parlamento Sueco le otorgó
el premio Right Livelihood, considerado el Nobel Alternativo.
Tiempo atrás escribí un artículo con un título
parecido. Releyéndolo, veo su actualidad ante la crisis de rumbo por la que atraviesa
el PT. Lo rehago añadiéndole cosas. No basta la indignación, el desaliento ante
los crímenes cometidos en el llamado Lava jato de la Petrobras. Hay que tomar
en serio la amarga decepción provocada en la población, especialmente en los
más sencillos y en los militantes, que ahora suspiran cabizbajos: “nosotros que
te queríamos tanto, PT”. En este momento lo que debe ser suscitado es
la esperanza, pues ella es la última que muere. Pero no cualquier esperanza,
como la de los bobos alegres que perdieron las razones de estar alegres, sino
la esperanza crítica, la que renace de las duras lecciones aprendidas del
fracaso, esperanza
capaz de inventar nuevas motivaciones para vivir y luchar,
que se hace patente en nuevas actitudes frente a la realidad política, y con
una agenda enriquecida que la completa. La corrupción habida es
consecuencia de un estilo de hacer política desgarrada de las bases populares. El PT
fue en primer lugar un movimiento nacido en medio de los oprimidos y de sus
aliados: por otro Brasil, de inclusión, de justicia social, de democracia
participativa, de desarrollo social con redistribución de rentas. Como
movimiento poseía las características de todo carisma: galvanizar a la gente y
hacer que tuvieran un sueño. Al crecer, se volvió
inevitablemente una
organización partidaria. Como organización se volvió poder. Donde hay poder
despunta el demonio que habita todo poder y que, si no es continuamente
vigilado, puede echar todo a perder. Con esto no queremos satanizar el poder
sino darnos cuenta de su lógica. En principio es bueno; es la mediación
necesaria para la transformación y para la realización de la justicia. Por lo
tanto, se mueve en el orden de los medios. Pero cuando se
vuelve un fin en sí
mismo, se pervierte y se corrompe, porque su lógica interna es esta: no se
garantiza el poder sino buscando más poder. Y si el poder significa dinero,
adquiere formas de irracionalidad: los millones y millones robados se suceden
sin ningún sentido de límite. Hay otro problema ligado a la
organización: si los dirigentes pierden contacto orgánico con la base, se
alienan, se independizan y fácilmente se vuelven víctimas de la lógica perversa
del poder como fin en sí mismo. Surgen las alianzas espurias y los métodos
ilícitos. La codicia del poder produce la corrupción. Fue lo que aconteció
lamentablemente con algunos altos sectores del PT. Si estuviesen
ligados a las
bases, viendo los rostros sufridos del pueblo, sus duras luchas para
sobrevivir, su voluntad de luchar, de resistir y de liberarse, su sentido ético
y espiritual de la vida, se sentirían fortalecidos en sus opciones y no
sucumbirían a las tentaciones del poder corruptor. Pero se despegaron de las
bases. Ahora al PT no le queda más que la resiliencia, dar la vuelta por
encima y hacer de los errores una escuela de aprendizaje humilde. Para los
militantes y demás brasileros que abrazaron la causa del PT, aun no estando
afiliados al partido como
otros y yo mismo, el reto consiste en transformar la
decepción en determinación. La determinación consiste en
esto: a pesar de las traiciones, las banderas promovidas por el PT hace ya 25
años deben ser porfiadamente sustentadas, defendidas y proclamadas. No por ser
las del PT sino porque valen por sí mismas, por el carácter humanitario, ético,
liberador y universalista que representan. La bandera es un sueño-esperanza
de otro Brasil no más rasgado de arriba abajo por la opulencia escandalosa de
unos pocos y por la miseria clamorosa de las grandes mayorías, un Brasil con un
proyecto de nación abierto a la fase planetaria de la humanidad, cuyos
gobiernos pudiesen, con la participación popular, realizar la utopía mínima:
que todos puedan comer tres veces al día, ir al médico cuando lo necesiten,
enviar a sus hijos a la escuela, tener empleo y con el salario garantizar una
vida mínimamente digna y, cuando se jubilen, puedan enfrentar con desahogo los
achaques de la edad y puedan despedirse, agradecidos, de este mundo.
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