ANGELA MERKEL
QUISO DEMOSTRAR QUE, HOY EN DÍA,
NO EXISTE ALTERNATIVA
ECONÓMICA, AL PLANTEAR
UNA OPCIÓN
CONTRARIA A LA POLÍTICA NEOLIBERAL
DE RECORTES Y AUSTERIDAD
QUE ORDENA EL 1 %...
Escribe
IGNACIO RAMONET (*)
Fuente:
“Le Monde Diplomatique”
Publica “Rebelión”
5 de agosto 2015
(*) IGNACIO
RAMONET (1943 España) Entre 1990 y 2008 fue director de Le Monde Diplomatique.
Es doctor en Semiología e Historia de la Cultura por la École des Hautes Études
en Sciences Sociales (EHESS) de París y catedrático de Teoría de la
Comunicación en la Universidad Denis-Diderot (Paris-VII). Especialista en
geopolítica y estrategia internacional y consultor de la ONU, actualmente
imparte clases en la Sorbona de París.
Sólo en las películas de terror se ven escenas tan sádicas como las que
vimos el 13 de julio pasado en Bruselas, cuando el primer ministro griego
Alexis Tsipras –herido, derrotado, humillado– tuvo
que acatar en público,
cabizbajo, el diktado de la canciller de Alemania, Angela Merkel, renunciando
así a su programa de liberación por el cual fue elegido, y el cual precisamente
acababa de ser ratificado por su pueblo mediante referéndum. Exhibido por los
vencedores como un trofeo ante las cámaras del mundo, el pobre Tsipras tuvo que
tragarse su orgullo y tragar también tantos sapos y culebras que el propio
semanario alemán Der Spiegel, compadecido, calificó la lista de sacrificios
impuestos al pueblo griego de “catálogo de horrores”...
Cuando la humillación del líder de un país alcanza niveles tan
espeluznantes, la imagen se queda en la historia para aleccionar a las
generaciones venideras, incitadas a no aceptar nunca más un trato semejante.
Así han llegado hasta nosotros expresiones como “pasar por las horcas caudinas”
(1) o el célebre “paseo de Canossa” (2). Lo del 13 de julio fue tan enorme y
tan absolutamente irreal que quizás este día también será recordado en el
futuro de Europa como el día del “diktado de Alemania”.
La gran lección de ese escarnio es que se ha perdido definitivamente el
control ciudadano con respecto a una serie de decisiones que
determinan la vida
de la gente en el marco de la Unión Europea (UE) y, sobre todo, en el seno de
la zona euro, hasta tal punto que podemos preguntarnos: ¿de qué sirven las
elecciones si los nuevos gobernantes se ven obligados a hacer lo mismo que los
precedentes en los temas esenciales, es decir, en las políticas económicas y
sociales?. Bajo este nuevo despotismo europeo, la democracia se define, en menor
medida, por el voto o por la posibilidad de escoger y, en mayor medida, por el
imperativo de respetar reglas y tratados (Maastricht,
Lisboa, Pacto Fiscal)
adoptados hace tiempo y que resultan verdaderas cárceles jurídicas sin
posibilidad de evasión para los pueblos.
Al presentar a las muchedumbres a un Tsipras con la soga al cuello y
coronado de espinas –“Ecce Homo”–, Merkel, Hollande, Rajoy y los otros
pretendían demostrar que no hay alternativa a la vía neoliberal en Europa.
Abandonad toda esperanza, electores de Podemos y de otros frentes de izquierda
europeos; estáis condenados a elegir gobernantes cuya función consistirá en
implementar las reglas y los tratados definidos una vez por todas por Berlín y
el Banco Central Europeo.
Lo más perverso es que, al igual que en un juicio estalinista a
semejanza del “Proceso de Praga”, se le ha exigido a quien más criticó el
sistema, a Alexis Tsipras, que sea quien se humille ante él, que lo elogie y
que lo suplique. Los que ignoraban que vivíamos en un sistema despótico lo han
descubierto en esta ocasión. Algunos analistas dicen que ya estamos en un momento
que podríamos calificar de “postdemocrático” o de “postpolítico”, ya que lo que
pasó el 13 de julio en Bruselas demuestra el desgaste del funcionamiento
democrático y del funcionamiento político. Además, muestra que la
política ya
no consigue dar las respuestas que los ciudadanos esperan, aunque voten
mayoritariamente a favor de ellas.
La ciudadanía observa, desesperanzada, cómo se exige al partido griego
Syriza, que ganó las elecciones y que ganó un referéndum con un discurso contra
la austeridad, que aplique con mayor brutalidad la política de recortes que los
electores rechazaron. Consecuentemente, muchos se preguntan: ¿para qué sirve
elegir una alternativa si la alternativa acaba siendo exactamente una
repetición de lo mismo?. Así, cuando un equipopolítico elabora un programa
alternativo, lo somete a la ciudadanía para que pueda elegir entre éste y otros
programas y cuando dicho programa gana las elecciones y un equipo nuevo alcanza
legítimamente, democráticamente, la dirección de un país, ese equipo de gobierno,
con su proyecto alternativo antineoliberal, descubre que, en realidad, no tiene
margen de maniobra.
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