LA HEGEMONÍA
ESTADUNIDENSE, EN AMBAS ZONAS,
ESTÁ SIENDO SOCAVADA POR TRES FUERZAS:
1-CHINA 2-PROGRESISMO 3-MOVIMIENTOS POPULARES....
Escribe
RAÚL ZIBECHI (*)
Columnista de Internacionales
en
“La Jornada” de México
Viernes 20 de marzo 2015
(*) RAÚL ZIBECHI- (Uruguay
1952) Periodista, docente, investigador y
escritor uruguayo. Analista internacional en Red Voltaire. Logró en 2003 Premio
José Martí por sus crónicas sobre Argentina. En diversos medios del continente
y del exterior, incursiona en una visión panorámica sobre las luchas sociales
en nuestra América. Escribe la sección internacional de “Brecha” (Uruguay). Profesor
en “Multiversidad Franciscana” de América Latina
Propongo entender la coyuntura por la que atraviesa
Sudamérica como el ingreso de la región en la situación de caos sistémico que
atraviesa el mundo. Postulo que las manifestaciones del pasado fin de semana en
algunas grandes ciudades de Brasil y el acoso interno y externo que sufre
el
gobierno de Venezuela encarnan un salto cualitativo en esa dirección, en la que
se despliegan cuatro grandes fuerzas cuyas fricciones y choques conforman una
situación de creciente caos.
La primera frase del informe Tendencias globales hacia 2030,
emitido por el Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos en 2012,
destaca que en 2030 el mundo habrá sufrido cambios radicales y que ningún país
ostentará la hegemonía global. El quinto informe de la agencia concluye que el
poder se ha desplazado hacia el este y el sur y que el espacio económico y
estratégico asiático habrá superado al de Europa y Estados Unidos juntos.
Estamos en plena transición hacia ese mundo. Con base en esa previsión, las
élites estadunidenses se aferran al análisis de su principal geoestratega,
Nicholas Spykman. Más de la mitad de su obra America’s strategy in world
politics, publicada en 1942, está dedicada al papel que debe jugar la potencia
en América Latina, y en particular, en Sudamérica. Como bien lo recuerda el
cientista político brasileño José Luis Fiori, la clave es la separación de una
América Latina mediterránea del resto, que incluye México, Centroamérica, el
Caribe, Colombia y Venezuela, como una zona donde la supremacía de Estados
Unidos no puede ser
cuestionada, un mar cerrado cuyas llaves pertenecen a
Washington. El resto de Sudamérica, los países fuera de la zona de su inmediata
hegemonía, tienen un trato sólo parcialmente diferente.
Spykman plantea que si
los grandes estados del sur (Argentina, Brasil y Chile) se unieran para
contrabalancear la hegemonía estadunidense, se les debe responder mediante la
guerra. Fiori se lamenta de que los países de la región, y particularmente
Brasil, no tengan esto tan claro como la superpotencia. La hegemonía
estadunidense, en ambas zonas, está siendo socavada por tres fuerzas: China,
los gobiernos progresistas y los movimientos populares. En conjunto, tenemos
cuatro fuerzas en disputa cuya colisión definirá el escenario latinoamericano
por largo tiempo. De
algún modo, representan los papeles que tuvieron españoles
(y portugueses), ingleses, criollos y sectores populares durante las
independencias.
La primera de esas fuerzas, Estados Unidos, cuenta con poder
militar, económico y diplomático, además de aliados poderosos, como para
desestabilizar a quienes se le opongan. Ciertamente, ya no tiene un poder casi
absoluto como el que le permitió encadenar golpes de Estado para disciplinar la
región a su antojo en los años 60 y 70. La segunda fuerza, China, está
desplegando básicamente poder económico y financiero. Ha realizado fuertes
inversiones en Venezuela, Argentina y
Ecuador, mantiene relaciones importantes
con Brasil y Cuba, y adelanta proyectos arriesgados (para Estados Unidos) como
el canal de Nicaragua, que competirá con el de Panamá.
El primer Foro
China-CELAC, celebrado en enero en Pekín, es una muestra del avance de las
relaciones chinas con América Latina y anuncia que este proceso no se va a
detener. La tercera fuerza, los gobiernos progresistas, es la más vacilante y
contradictoria. Por un lado, se apoyan en los países emergentes, sobre todo
China, y en menor medida Rusia. Por otro lado, se apoyan en el modelo
extractivo, que implica alianza con China (y otros), pero, sobre todo, es un
modo de acumulación que fortalece a las derechas y a las burguesías, así como el
modelo industrial fortalecía a trabajadores, sindicatos y partidos de
izquierda.